Museo Farmacéutico

JOYA PATRIMONIAL EN MEDIO SIGLO DE CONSERVACIÓN

Por: MSc. Marcia Brito Hernández, directora del Museo Farmacéutico de Matanzas

El domingo 1 de enero de 1882 abría sus puertas, en la Plaza de Armas de la ciudad de Matanzas, la Botica Francesa del doctor Ernesto Triolet Lelievre, farmacéutico francés que, junto al Rey de las Boticas de Cuba en el siglo XIX, el también doctor Juan Fermín de Figueroa y Velis, escogieron el lugar para fundar un establecimiento distinguido por la majestuosidad y exquisitez de su arquitectura y montaje. La Botica Francesa tuvo una larga vida de servicios de excelencia. Por más de ochenta y dos años mantuvo su estado original, el mismo modo de preparación de sus producciones, así como los instrumentos y utensilios empleados en la obtención de los mismos.

Fueron muchos los acontecimientos que hicieron de La Francesa un lugar de orgullo para los matanceros; allí trabajó por más de cuatro décadas la doctora María Dolores de Figueroa y Marty, la primera mujer farmacéutica cubana. El buen estado de conservación de todo lo existente en el inmueble, motivó a que promotores de la cultura regional e historiadores sintieran la necesidad de rescatarlo para el futuro. Así fue que, tras múltiples gestiones, lograron cerrar -el 16 de enero de 1964- la vieja botica para convertirla en el Museo Farmacéutico de Matanzas, institución que reabrió sus puertas el 1 de mayo de ese mismo año. Desde entonces, las salas expositivas de la singular instalación se corresponden con las áreas de trabajo que existieron antaño.

El lugar de atención a los clientes deslumbra por su belleza: la imagen de la Purísima Concepción, esculpida para ese entorno en mármol blanco de Carrara; sus estantes y mostradores tallados a mano; el colorido de toda la vitralería de sus puertas; sus arcos de medio punto; la colección de albarelos o frascos de porcelana francesa, muchos de ellos directamente encargados para ese espacio; y los frontones de cristal de Bohemia, también llamados “ojos de boticario”, con la misma agua coloreada que cuando se colocaron allí, hace más de cien años. Se conservan también cientos de medicamentos de los más importantes laboratorios farmacéuticos de Cuba y de países como Francia, España, Alemania y Estados Unidos.

El paso a la rebotica lo permiten tres arcos, en cuyo interior hay guardados aceites esenciales, tinturas, minerales, alcoholes, y extractos blandos y fluidos que conservan sus olores. Esa era el área de preparación de los medicamentos, distinguida por su mesa dispensarial sobre la que se observan morteros, pildoreros, moldes, copas graduadas, etiquetas y prensa-corchos, para ajustar el tamaño del corcho al de la boca del frasco.

También se aprecia la biblioteca especializada en disciplinas afines con el trabajo farmacéutico. En los anaqueles han permanecido hasta hoy cientos de frascos de cristal que contienen sus productos originales, así como el herbario, la caja registradora y un ejemplar de los libros de asentamiento de recetas, que conforman una colección de cincuenta y cinco tomos en los que aparece registrado el quehacer diario del doctor Triolet, desde el 1 de enero de 1882 hasta el 16 de enero de 1964, con cientos de miles de fórmulas preparadas.

El Museo cuenta con tres almacenes. En el primero de ellos se guardan productos importados, una báscula para pesar grandes cargas, y una muestra de especies herborizadas. El segundo, es depositario de las producciones de la botica: tinturas, extractos fluidos, bálsamos, aguas, vinos, ungüentos, polvos y pomadas. El tercero, en el patio central, se observa una colección de frascos de diferentes colores en los que aparecen el nombre del medicamento, el de la botica y su dirección.

En el laboratorio, considerado el corazón de la botica, se extraía el principio activo de las especies naturales utilizadas para la preparación de medicamentos. En él puede apreciarse el fogón de ladrillos refractarios que siempre funcionó con leña, pues el doctor Triolet y su familia defendieron siempre el uso de ese combustible, para que no se acelerara o retardara la obtención de elementos benéficos contenidos en las plantas. Se mantienen en perfecto estado de conservación los alambiques, percoradores, lixiviadores, morteros, prensas y garrafas que contienen jarabes, elixires, bálsamos y vinos, así como la nevera y la caja fuerte.

La entrada a la casa familiar, que ocupa la planta alta, se ubica en el zaguán lateral, donde se exhibe la primera cabina telefónica pública que tuvo la ciudad; los bancos en los que se esperaba la preparación de las fórmulas; la bicicleta de llantas de madera, semejante a la empleada por los mensajeros a finales del siglo XIX y principios del XX; y un mueble de 150 gavetas donde se guardaban las etiquetas.

Durante medio siglo, el Museo Farmacéutico de Matanzas ha preservado esa joya patrimonial que es la Botica Francesa de finales del siglo XIX, la única original y más completa existente en el mundo.

(Tomado de la revista Matanceros, edición especial dedicada a la Cultura y el Patrimonio, diciembre 2014)

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